infinauta
- Gerardo Javier Garza Cabello
- 27 oct
- 2 Min. de lectura

Somos entonces un verso que se escribe a sí mismo en el aire que se vuelve otro cuando estás cerca, danzando con todas tus notas y sus matices que no tienen principio ni final, sólo ecos repetidos con distinta voz cada vez que lo nombramos. En un principio fue la sílaba solitaria de tu nombre, un tú que resonaba en mi boca como si esa simple fonética habitara por sí misma otro idioma. Luego, tu cadencia, como si tu forma de caminar recitara en voz baja un poema que aún no se sabe de memoria, tus gestos que riman imperfectos con tus palabras y la cada día más honesta ternura en tu mirada.
Y no sucedes en orden cronológico, no eres lineal, te mueves en elipses que se encuentran como si en el plano imaginario donde te persigo estuvieras trazando un infinito, y el tiempo se dobla, se hace línea y cubo y tetraedro, y en ti caben los días que no vivimos juntos y que sin embargo fueron nuestros porque te estabas construyendo para mí y me estaba construyendo para ti.
Recuerdo tu ausencia con la misma precisión con que recuerdo tu presencia, ambas son caras de una misma moneda que gira en el aire y nunca toca el suelo, y conformas conmigo un amor que se está llenando los anaqueles de esta biblioteca circular en la que acomodamos los tomos de nuestras tardes, donde cada día contiene el resumen del anterior y el prólogo del siguiente.
Nos leemos en diagonal, volvemos atrás, subrayamos con tinta invisible lo que ya no necesitamos entender, y si mañana no somos la misma estrofa no importa, porque aunque somos inconmensurables seguro cabremos en el infinito, y si por error nos bifurcamos como un verso que se desvía en dos caminos, seguro nuestras miradas hallarán la manera de reencontrarse.
Pero incluso entonces algo le sabremos sacar al ritmo que nos quede, a la pausa y al silencio, y a las respiraciones que están aprendiendo una de la otra sin querer.
Porque somos entonces un verso que se escribe a sí mismo, y esta tinta no se borra y esta boca no se calla, y en la enormidad de los segundos que abrazamos entendemos lo que nunca necesitó ser dicho del todo.









Comentarios