Un Lunar Partido Por La Mitad
- Gerardo Javier Garza Cabello
- 6 nov
- 2 Min. de lectura

Todos los relojes dicen que llegamos tarde, pero que va a saber el tiempo de las cosas del alma, lo que es innegable es que venimos con las manos vacías y el corazón lleno de algunos silencios que aprendimos a callar en otros inviernos. Y sin embargo aquí estamos tu pisando los cuarentas y yo embebido en ellos, y esa frontera donde creíamos que la luz era despedida, de pronto se siente como aurora, y qué milagro es pensar que éramos ocaso y encontrarnos amaneciendo.
Tú llegaste con tus cautelas, como quien ha aprendido a beber el amor a sorbos para no deberle nada a nadie, yo llegué con mis derrotas dobladas en el bolsillo y ambos íbamos creyendo que el amor era un territorio áspero, un suelo que dolia más de lo que curaba. Pero el tiempo, que suele ser severo, hoy parece indulgente y nos concede un respiro; la posibilidad de amar sin la prisa de los veinte ni la ingenuidad de los diecisiete.
Déjame decirte las cosas sin artificios, amar no debería ser ni vigilia ni castigo, ni es esa sed antigua que te enseñaron a soportar en silencio, en cambio amar hoy se siente como regresar a la casa que no sabíamos que existía, sentarse frente a la vida con la tranquilidad de quien ya sabe perder y aun así elige apostar, mirar al otro y entender que no hay deuda en recibir ternura y que el misterio se vuelve claro cuando uno lo nombra despacio.
Hay que bajar la armadura que fue necesaria en otros tiempos porque aquí no hay trincheras, en cambio aquí hay un puente que se tiende sobre los años que nos dolieron. Aquí hay piel que aprende a confiar, labios que no conocen la mentira, manos que ya no tiemblan de miedo sino de promesa, aquí hay presencia y una forma nueva de silencio, no el que lastima sino el que te abraza.
He venido con el fracaso en mi memoria, sí, pero también con el asombro intacto, y es que me asombras todos los días, traigo la voluntad de viajar liviano y llenar mi equipaje con tus días, como quien guarda luz en frascos para iluminar la noche. Traigo también la simple certeza de que aunque llego tarde, llego entero y con todo lo que nunca te dieron y siempre mereciste colmando mis manos, y si el destino nos esperaba, qué fortuna habernos encontrado, justo ahora, cuando ya sabemos quiénes somos y aún tenemos ganas de una última aventura, y si esto es comenzar otra vez, qué dicha que sea contigo Ale.









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